miércoles, 9 de abril de 2008

La Colina

Una tarde, después de haber andado sin parar y sin la necesidad de hacerlo, se topó con una enorme colina, una pendiente que sabría que no podría cubrir antes de que anocheciera. Así que buscó un buen lugar para pasar la noche y se instaló. Desde su improvisada cama estudió la colina y los posibles atajos que pudiera haber. Justo antes de anochecer, ya casi tuvo listo el itinerario del día siguiente; había divisado varios puntos por los que acortar tiempo, ya que le urgía alcanzar la cima pronto para poder conocer lo que se encontraba al otro lado. Escuchó un aleteo sobre su cabeza y se giró sobresaltada. Sobre una rama se acababa de posar un búho, al que saludó alegremente. El animal la escrutó muy despacio: "Supongo que eres la humana, he escuchado hablar de ti". Se había dirigido a ella bruscamente y Marikita se sintió intimidada, el Búho leyó su reserva y trató de suavizar su trato. "¿A dónde vas, pequeña?". Marikita agradeció la dulzura, que no dejó de ser forzada, y confiada habló de su aventura, le habló de la tarea que debía conocer y llevar a cabo y, finalmente, de cómo había decidido esperar a la mañana siguiente para andar la colina. El Búho volvió a mirarla fijamente, como si quisiera leerle el pensamiento y Marikita no pudo reprimir una risita nerviosa. "Estás muy cerca, Marikita; detrás de esa colina encontrarás la Gran Urbe, tu verdadero hogar, tus semejantes. Enhorabuena". Marikita no hizo nada por evitar sus gritos y saltos de alegría. Por fin había llegado, no podía creerse que al día siguiente ya estaría allí. Casi no pudo dormir y a cada momento hacía preguntas a Búho sobre la Gran Urbe. Cuestiones que Búho, no sin su seriedad habitual, contestaba pacientemente e intentando mentir lo menos posible a la pequeña. Al final, derrotada, durmió profundamente hasta que Despertón bailó sobre su cara. Excitadísima, de un brinco se puso en pie y buscó a Búho para despedirse, quería salir cuanto antes. No le encontró y pensó que se habría ido a dormir al menos dos horas antes. Justo cuando daba los primeros pasos hacia su nueva vida, escuchó su ulular en lo alto del árbol. "Recuerda, Marikita, que en la Gran Urbe sobran distracciones que intentarán alejarte de tu tarea; sé persistente y mantente firme en la ejecución". La niña no entendió casi ninguna de las palabras que le dijo el ave, pero las agradeció educadamente con su mejor sonrisa, le deseó lo mejor y se despidió del animal. Al alcanzar la falda de la montaña miró hacia arriba e intentó recordar el plan que se había trazado la noche anterior. Ayudándose de los salientes de la montaña, trepó los primeros metros dirigiéndose hacia dónde había divisado el atajo. Cuando creyó llegar, se sorprendió al ver que precisamente en ese punto la pendiente se acrecentaba y unos salientes afilados la retaban con furia. Se dio cuenta que de haber subido por el lado opuesto, el que la noche anterior parecía más complicado, habría avanzado mucho más. Un par de horas más tarde superó aquel obstáculo, con brazos y piernas heridos por todos lados, sus manitas tenían miles de cortadas y sus rodillas estaban rojas. Se sentó a descansar sobre una gran roca, tenía sed. Seguía confusa, pues no podía explicarse en qué se había equivocado. "Un fallo de cálculos, solo puede ser eso". Quiso creer que la falta de luz la había engañado la tarde anterior. Volvió a hacer memoria y recordó el segundo tramo; sí, debía volver al otro lado de la colina, por allí pudo ver una gran superficie libre de obstáculos, sin rocas ni recovecos, simplemente subía sin problemas. Allá que se fue Marikita y después de volver al mismo punto volvió a preguntarse qué estaba pasando. Sus ojitos lo habían visto perfectamente, por la parte este de la colina se podía subir sin inconvenientes. Volvió a sentarse en la roca e intentó reorganizarse. Estudió de nuevo la pendiente y muy a su pesar, tuvo que elegir un camino nada fácil, rocoso y por donde salían enredaderas de todos lados y hacía más que complicado el paso. Ella que pretendía dormir en la Gran Urbe esa misma noche, se vio con el atardecer sobre su espalda y tan solo la mitad del camino recorrido. Buscó a alguien a quién preguntar si existía otro camino y cayó en la cuenta de que no se había encontrado con ningún animalito desde que había empezado a escalar. Qué extraño era aquel lugar para Marikita, se hacía de noche y ella nunca había dormido sola, siempre alguien había estado a su lado. Se sentía asustada y volvió a sentir ganas de llorar. Ese día todo había ido mal, había dispuesto sus planes y todo le había salido al revés, se sentía furiosa consigo misma y con todos los animales que la habían dejado sola. Pero estaba tan enfadada que no se permitió llorar, aguantaría y se haría fuerte, aprendería a dormir sola. Pronto dejaría de convivir con animales y plantas y pensó que debía empezar a acostumbrarse a su nuevo modo de vida. Entre protestas y regañadientes se quedó dormida y esa noche, por primera vez en su vida, tuvo un sueño. No era como los que ella creía recordar de su niñez en los que simplemente revivía sus días; ésta vez fue distinto: Marikita estaba sola en el Jardín, no estaba ninguno de sus Amigos-Familia, gritaba y gritaba pero nadie le contestaba, nadie podía escucharla. Corrió a la charca a ver si encontraba a alguien allí, pero cuando se asomó al agua allí no había nadie, ni siquiera su reflejo. Gritó aterrorizada y salió del sueño bruscamente. Se quedó sentada, empapada en sudor y con la respiración agitada. En aquel lugar pasaban las cosas más extrañas del mundo, ¿qué había significado aquello? No podía explicárselo. En medio de sus cavilaciones, Despertón, rabioso como nunca, le picó en los ojos. A pesar de sus frustraciones del día anterior, se llenó la mochila de ilusiones y expectativas y se adentró en el camino de enredaderas. Había comenzado un precioso día, el sol brillaba y calentaba dulcemente, el cielo más azul y brillante que nunca resplandecía sobre ella, el aire puro la acariciaba suavemente y Marikita pudo sentirse viva, como hacía tiempo que no lo hacía. Sonrió satisfecha, se sentía de nuevo reconfortada. Ningún camino rocoso o salvaje le robaría aquella sensación tan purificante que la llenaba por completo. Esta vez, tardó casi toda la mañana en atravesar la maleza y casi alcanzó la cima después del mediodía. Una vez que salió de la maraña verde, descubrió una pequeña cascada, se detuvo junto a ella y se mojó la cara. Bebió del agua cristalina, se refrescó y aprovechó para limpiar sus heridas. Decidió que descansaría al menos una hora en aquel lugar, pues con solo media hora más ya alcanzaría la cima y podía permitirse aquella parada. Se estaba quedando dormida cuando la sobresaltaron unas pisadas al otro lado de la cascada. Una simpática rana se subió a una roca de la orilla y la observó. Marikita se alegró de ver de nuevo a algún animal y poder conversar con él. "Otro humano perdido, ¿cuál ha sido tu fallo de cálculos?". Marikita emocionada preguntó como sabía que ella se había perdido. "Una vez tras otra el humano se empeña en acortar su camino, sin saber que no siempre el tramo más breve es el más fácil, al igual que te ha pasado a ti, ¿no es verdad?". Marikita no salía de su asombro: "¡Es cierto! Pero dime ranita, ¿es que han pasado por aquí otros humanos? ¿Vivió otra persona antes que yo en el Jardín?". La ranita la volvió a observar, esta vez con cierta pena en la mirada. "Joven, continuamente las personas atraviesan colinas como éstas, en todas las partes del mundo; ellos buscan la felicidad, cumplir su tarea. Pero en sus corazones se niegan a comprender que el camino de cada uno es único y debe ser recorrido hasta el final, sin saltarse ni un solo paso, obedeciendo a su destino, pues las dificultades que pueden llegar a encontrarse les harán infelices para siempre, porque no están preparados para ellas". Marikita recordó de inmediato la rabia que había sentido después de haber trepado por el saliente peligroso y al ver que había perdido todo el día solo con media colina. Y que cuando se dejó contagiar por la vida del un día nuevo, todo había cambiado; de repente había descubierto aquella cascada y hasta volvió a ver un animal después de aquellos días. Volvió a mirar a la ranita, para contarle lo que le había ocurrido a ella, pero ésta había desaparecido y Marikita se puso en pie.Con el corazón lleno, empezó a subir los últimos metros. Al llegar, su asombro la sobresaltó, quedó petrificada ante lo que veían sus ojos. Observó palmo a palmo su visión, apenas lo podía creer.

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