martes, 8 de abril de 2008

El Viaje

Cuando ya contaba con sus deditos los doce años decidió viajar, salir fuera del Jardín-Hogar y conocer otros jardines; se moría de curiosidad por ver los bosques de los que tanto había escuchado hablar. Le hubiese gustado que todas las flores, ardillas, mariposas y libélulas le acompañaran, pero cariñosamente le hicieron comprender aquella tarde que cada ser tiene su lugar y función en el mundo y así como ellos ya cumplían la suya, Marikita debía empezar a comprometerse con su tarea. Tuvieron que consolarla, explicándole que debía esperar hasta su partida, cuando fuese más fuerte y estuviese lista para desvincularse de ellos. Que ninguno de ellos disfrutaba con la idea de su marcha. Les iba a doler muchísimo dejar de verla cada día, jugar con ella, despertarla para ir en busca de frutas, dormirla con una canción de olas o verla reír entre juegos. Marikita lo aceptó y disfrutó cada instante con sus Amigos-Familia, vaciando hasta la última gota de la adrenalina que llenaba sus días felices en el Jardín-Hogar.
Todos se esforzaron en ayudarla a crecer y prepararla para ese día. Lo último que querían es que saliera de allí sufriendo, debía estar lista para enfrentarse a la nueva etapa de su vida. Le hablaron de la Gran Urbe, lugar que se convertiría en cuanto estuviera preparada, en su nueva realidad. Aunque la pequeña no entendió aquella palabra, entre todos intentaron hacérselo entender y que comprendiera lo que significaba a partir de aquel momento, sobre todo cuando llegara a la Urbe.
Aún así, lloró durante toda la noche anterior a su partida, sus ricitos canelos acabaron empapados al despuntar el primer rayo de sol, al que la pequeña Marikita llamaba "Despertón". La noche la había pasado vagando entre recuerdos fugaces de su infancia; la risa con la que compartía juegos, las ganas con las que enfrentaba cada día, el empuje que todos le daban para avanzar pasito a pasito.
La delicada orquídea, que siempre fue una madre para ella, pasó sus pétalos por la carita de la pequeña y la invitó a ponerse en marcha: había llegado la hora. Con los ojos hinchados de tanto lamentar la despedida, fue dedicando unas palabras a todos sus amigos. Llamándoles por el nombre que ella misma les había puesto se despidió con la promesa de volver cuando ya conociera su función en la vida, para contarles todo lo que había conocido fuera. La Maestra Violeta, conteniendo la emoción, le susurró: “Nadie puede decirte quien eres, solo tú puedes descubrir tu propia verdad”. Apenas pudo digerir aquellas palabras, que no alcanzaba a comprender del todo. Entonces, cuando se puso de puntillas para alcanzar la rama en la que se encontraba la familia de ardillas, en medio de un abrazo de todas, pudo escuchar: “Tu amor propio es lo más valioso que llevas contigo, nadie jamás podrá comprarlo”. Cada vez estaba más confusa con las palabras extrañas de todos, no entendía nada de lo que le decían. Continuó despidiéndose con la emoción en la garganta, totalmente desolada. El Saltamontes Tomás, un anciano y sabio del lugar, clavó su mirada en los ojos grises de Marikita. “La vida te regala cada mañana un valioso regalo; no dejes de buscarlo aunque la oscuridad no te permita ver cada nuevo amanecer”. Seguía sin comprender aquellas palabras desconocidas para ella, le hubiese gustado tener más tiempo para que le explicaran con calma lo que querían enseñarle con sus últimos consejos. Apresurada, vio llegar a Perezosa, su amiga la tortuga. Sonrió al verla llegar esforzándose por correr cuanto podía, solo quedaba ella por despedirse de Marikita. “Tu libertad es lo único que te permitirá ser siempre tú misma, de ella depende tu felicidad”. La miró por unos segundos mientras ordenaba todas aquellas ideas en su cabeza, echó una última ojeada a todos y rió porque habían vuelto a hablarle de ese modo extraño con el que siempre pretendían explicarle las cosas de la vida y que ella jamás lograba entender hasta un tiempo después. Se colocó el sombrero de paja, el del lacito celeste, a juego con el vestido de lino, que para ella habían tejido los animalitos para ese día, y lanzando un beso al aire se fue.
Atrás quedaba todo lo que era Marikita. Se había hecho en aquel lugar y todos los seres que habitaban el Jardín le habían aportado cada rasgo de su carácter. Atrás abandonaba la tranquilidad, el calor del hogar, el cariño y la ternura de una familia. Sin saberlo, con aquel beso despedía para siempre el más bello recuerdo, la más inocente etapa de su vida, el cuento de antes de ir a dormir, las ganas de ver ponerse el sol para ver brillar las estrellas, la ilusión de amanecer un día más en medio de aquel lugar.
Todavía le quedaban lágrimas que derramar mientras andaba a paso lento, atravesando llanos y montañas, senderos y recovecos. Por las noches descansaba en las cuevas que para ella ahuecaban las laderas, ofreciéndole frondosas camas con las más tiernas hojas del lugar. Conoció a nuevos amigos y a todos les hablaba de su familia, la única que Marikita había conocido: su familia del jardín. Durante mucho tiempo recorrió nuevos lugares, allá por donde la niña pasaba, todos en el lugar se alborotaban y formaban fiestas y juegos para Marikita. Todos se mostraban encantados con el paso de la niña por sus hogares y se esforzaban por proveerla de todo cuanto pudiera necesitar. Le iban indicando el camino a cada tramo que recorría, porque al no conocer los nuevos bosques y jardines, Marikita se perdía irremediablemente. Pero cuando nadie podía verla, en el silencio de las noches más estrelladas, la pequeña lloraba desconsoladamente. Le gustaba hacer nuevos amigos y contarles sus aventuras a lo largo del viaje que había emprendido hacía varios años, pero no podía olvidarse de ellos. Desde que había salido no había dejado de recordarles con dolor, cuánto más triste se sentía, más difícil se le hacía la travesía, más profundos y peligrosos se hacían los caminos, más largas y pesadas las subidas; su bajo estado de ánimo hizo que en algún momento llegara a arrepentirse de salir del Jardín-Hogar.Una de esas noches en las que lloraba sin parar, recordaba a toda velocidad todos y cada uno de los momentos que había vivido en el jardín. Fue entonces cuando, de repente, las lágrimas dejaron de brotar bruscamente sobre sus mejillas. Marikita recordó las palabras de Rosaura, la rosa rosa, cuando le explicó que las flores necesitaban mantener siempre su cuerpo lleno de agua, ya que de lo contrario, morirían; recordó que era por eso por lo que nunca vio a una flor llorar, ellas no podían hacerlo ni tampoco querían; siempre que el agua las alimentara podían mantener vivos sus colores y su aroma. "Una bonita flor nunca tiene motivos para llorar, Marikita", le contaban entre todas. Y ella, que sabía que el agua que la mantenía con vida eran sus recuerdos, secó completamente sus lágrimas. Recordando las palabras de sus amigas, concluyó que solo conservaría las cosas buenas, las de las risas y los juegos, las de las tardes en el estanque con los narcisos jugando a qué reflejo era el mas bello; aquellos recuerdos la mantendrían a salvo y ella lo sabía. Manteniendo en su corazón a todos sus amigos y solamente los momentos felices, sería bella como las rosas y desaparecerían todos los motivos para llorar.
Durmió toda la noche y al despertar se sintió reconfortada y descansada por primera vez desde que había salido del jardín. Se despidió de los amigos del lugar y emprendió la marcha a paso ligero, se sentía llena de vida, sus pulmones llenos de aire, su cabeza libre de todo pensamiento, sus pies ligeros como la brisa que le acariciaba la cara... estaba feliz. Allá por donde pasaba, los colores brillaban más que nunca y podía apreciar la presencia de determinadas flores a una distancia bastante considerable; los animales le parecían atentos y cariñosos y agradecía profundamente sus atenciones. No podía parar de sonreír. A medida que avanzaba, el paisaje se hacía más bello y más colorido. Incluso el camino se había hecho ligero y donde estuviera, sentía que estaba cerca de su hogar. Naturalmente, su sonrisa no desapareció ni un solo instante y ya no volvió a ver tramos peligrosos o difíciles, ni subidas pesadas e interminables.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

¿Cómo sigue, cómo sigue? estoy impaciente, no puedes dejarnos con esta curiosidad!¿qué vió Marikita? Ya se ve que la historia tiene muy bien pensado el argumento y habrá que irlo decubriendo a medida que se lea...creo que esta historia por infantil que parezca a simple vista nos va muy bien a los mayores, contiene reflexiones muy interesantes...es una especie de cuento que interesa tanto a los mayores como a los pequeños y que JUNTOS pueden leer antes de ir a la cama. ¿Quizás el cuento perfecto? ;)

Anónimo dijo...

Viva mi sobrina, q sorpresa me has dado!!!!!!!
estoy encantado; y te mando los mejores deseos de exito total.
arriba d¨ellos. pio pio